domingo, 11 de octubre de 2009

El gato de Guillermo


La psicología sostiene que ciertos hechos de la infancia pueden resultar determinantes para el desarrollo ulterior de la vida afectiva de las personas. Considero que, sin dificultades, puede extenderse ese juicio a las ideas y a la vida intelectual y teórica. La prueba que puedo ofrecer se remonta al año 1779, en Stuttgart (ducado de Württemberg, al sudoeste de Alemania).
Una familia tradicional volvía de un paseo por las orillas del Neckar. Los padres proveían de familias acomodadas y relacionadas con el gobierno local (sus nombres no vienen al caso, y tampoco se mencionan en el diario que me ha permitido recopilar ésta historia). Los tres hijos (dos varones y una mujer) habían sido concebidos con una regularidad inverosílmilmente alemana. El mayor de ellos, Guillermo, tenía nueve años de edad y, en varias ocasiones, fue alabado por su buena conducta y su respeto por la autoridad de sus padres. Sin embargo, mientras volvían del paseo vio un gato echado en una ventana: ese fue el motivo de un deseo insistente, apremiante, sencillo, arbitrario. Como buen niño, continuó (también con intervalos inconscientemente regulares) pidiendo a sus padres que le compren la consabida mascota.
Una brumosa mañana de marzo de 1780, después de un plazo que en la infancia resulta inconmensurable con el tiempo de los relojes, los padres de Guillermo le presentaron a Johan; aquel que sería, de allí en más, su gato. La felicidad del niño fue tan grande como el tiempo que lo separaba de su ya remoto pedido. Probablemente, esto haya despertado celos en sus hermanos menores Cristina y Jorge (de seis y nueve años, respectivamente), pero el testimonio parcial del diario no lo hace constar. Con respecto a los motivos que los padres tuvieron para traer al felino, podemos deducir que nunca fueron tan llanos como para meramente complacer a alguno de sus hijos; a través de los testimonios del diario pude leer que, durante el indefinido intervalo entre el paseo y el regalo, unas ratas se tomaron la libertad de establecerse en la casa paterna. Estos pequeños roedores crecieron con la premura que les es usual.
El felino no contaba con atributos excepcionales: pelaje gris, con sutiles rayas negruzcas; ojos levemente amarillos; unos cincuenta centímetros de largo y la plasticidad majestuosa de todos los representantes de su especie. Era un gato común y corriente, que podía ser cualquier gato o todos los gatos. Pero para Guillermo era, sencillamente, su mascota. Sin tener en cuenta la universalidad de su condición, Johan se dedicó a cazar ratones, tal como su instinto lo indicaba, mientras el pequeño contemplaba extasiado esas proezas. Sin embargo, algo muy singular le ocurrió a la mente del niño a lo largo de éstas sucesivas observaciones, ya que empezó a imaginar una relación muy particular entre su gato y las ratas. Éstas eran tan iguales entre sí, se repetían tan similarmente, que cualquiera de ellas podía ser cualquiera de las otras o todas las ratas...
De allí surgió un incipiente idealismo: su gato, cualquier gato, todos los gatos, "El gato", sólo se realizaba como tal cazando una rata, cualquier rata, todas las ratas, "La rata". Por lo tanto, esas pequeñas corridas de un micro universo casero y familiar se habían convertido (o se estaban convirtiendo) en una especulación sobre la naturaleza metafísica de la realidad y el conocimiento: "El gato" sólo podía realizarse como tal al cazar a "La rata"; a su vez, "La rata" sólo podía realizarse como tal al huir (para vivir) de "El gato". Entonces, en toda relación entre dos Sujetos, éstos se realizan a través de una dialéctica de la interacción; y, si por ventura, Uno de ellos llegara a agotar al Otro, la realización quedaría trunca, pues no habría con Quien medir dicha realización.
Hasta aquí llega la parte del diario de Guillermo, un niño que en ese momento tenía nueve años, en que se explica cómo es que él había entendido que funcionaba el mundo que lo rodeaba. Corresponde aclarar que el idealismo absoluto surgiría a principios del próximo siglo... De ésta anécdota me surgen dos preguntas: ¿Tan singular modo de pensar el Universo no se relaciona con un particular modo de entender la relación (harto discutida por los medievales) entre "lo Uno" y "lo Múltiple"? y ¿Cuánto tiempo habrá acompañado ésta interpretación al joven Guillermo a lo largo de su vida?

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