domingo, 15 de noviembre de 2009

Aquel raro dios berkeliano

La obra del obispo Berkeley tiene una característica que resulta mucho más llamativa que la metafísica en ella expuesta (metafísica que, según Hume, es tanto más inútil, porque el absolutamente irrefutable). Él deduce la infinita bondad del Supremo Espíritu de la regularidad y la belleza de la Naturaleza. Sin embargo, se nos aparece como algo harto singular suponer que, porque hay belleza y regularidad, hay bondad (parece la inversión metodológica del axioma criminalístico "monstrum in fronte; monstrum in animus"); a ésta bondad, le suma la omnisapiensa y la omnipresencia.
El buen inglés nos dice que todos somos espíritus (almas) que sentimos en función de la capacidad de estímulo de otros espíritus. De la tesis anterior deriva que la regularidad, la intensidad y la belleza de nuestras percepciones deben (necesariamente) provenir de un Ser Supremo dotado de capacidades infinitas (porque la casualidad jamás podría tanto...). Como dijimos anteriormente, toda la construcción teórica berkeliana es absolutamente indemostrable; mas semejantes suposiciones arrastran una serie de consecuencias interesantes...
Primero, en virtud de la propia teoría que postula Berkeley, la omnipotencia es una característica que no es en absoluto necesaria para sostener su sistema: le basta con la idea algo más débil (y justamente por ello más rica) de un ser lo suficientemente poderoso como para estimular esas sensaciones en los seres espirituales. Entonces, en lugar de un Dios que todo lo puede, tenemos la posibilidad de postular un espíritu parcialmente potente, neurótico e irónico... ¿No es esto señal de que éste simpático paladín de la iglesia quería dominar el universo, creándolo a su imagen y semejanza?
Segundo, tanto la bondad como la maldad son cuestiones de apreciación desde un sistema de valores que ha sido prefijado. Por lo tanto, alguien debería haber dictado que existe EL sistema de valores inalterables que Dios habrá de seguir; una tabla de valores que posea esas características sólo podría haber sido escrita por Dios y, por lo tanto, sería fruto de su divina voluntad. Ahora bien, para poder ser sumamente bueno, según una idea que se poseía de cómo serlo, no se necesita la bondad absoluta, sino la coherencia absoluta... De ello se sigue que los seres humanos, además de no poder probar o refutar el sistema ontológico de Berkeley, tampoco podemos discutir su sistema ético: cualquier Dios que sea capaz de seguir sus propias ideas de lo que es bueno será, por definición, absolutamente bueno... Esto es tan lógico que, según parece, el Bien se sigue de la Madre Lógica. ¿Semejante consecuencia no es producto de una necesidad de control absoluta y "more geométrica", apoyada más en la Razón que en algún tipo de dios?
Tercero, la hipótesis del Dios Irónico o (como lo llamó un francés que meditó seis días fumando opio) un Genio Maligno no puede ser desplazada por un argumento de tipo solipsista (ya se apoye en un minucioso examen de nuestros sentidos, o de nuesrta razón). A partir de los criterios que propone Berkeley, se puede pensar que el Dios no es bondadoso, sino que es una criatura sumamente inteligente (y por ello está sumamente aburrido), y que su diversión ha sido crear espíritus a los cuales estimular con dosis ínfimas de belleza, para luego exaltar su dolor. Si bien el pensamiento es post – kafkiano y post – dostoievskiano, queda claro que la reducción de la fuerza y la bondad de ese Dios es, también, una reducción de la ingenuidad y de la pretensión de definir claramente a un ser que estaría "infinitamente" por sobre los seres que tratan de definirlo... Entonces, ¿no muestra esto en forma palmaria que dioses y universos son artificios humanizados y esclavizados por nuestra Voluntad de Saber?

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